Si entendemos la mesa como una plataforma de mediación y comunicación, podemos empezar a percibir aquellas capas que la conforman y la hacen ser un espacio de intercambio.

Lo primero que nos viene en mente, son las conversaciones entre usuarios, toda aquella comunicación expresada a partir de las palabras. Sin embargo, no podemos olvidar todas las otras capas de comunicación que transcurren a la vez en la mesa y que no parten de la palabra.

Los objetos que la conforman también cuentan un relato, esta vez a nivel objetual, así como dónde estos están dispuestos a lo largo de la superficie de la mesa. Otra forma de comunicación es dónde y cómo están situadas las sillas y las jerarquías que se generan según su posición.

La dinámica que se iniciará en función del tamaño de la mesa y la longitud que esta tenga, también hará que varíen los comportamientos, y por consiguiente, la comunicación entre aquellos que la estén activando al estar formando parte del espacio.

Ahora bien, ¿qué es lo que limita el objeto ''mesa'' cuando los usuarios se relacionan en ella?

Así como mencionaba Marina Abramovic en su documental ‘’The artist is present’’ en el 2010, durante su performance que tuvo lugar en el MoMa durante tres meses, al tener una mesa de por medio, no podía observar el cuerpo completo de los usuarios que se sentaban en la silla en frente a ella, por mucho que la comunicación que se generaba durante esta performance trascendía lo verbal, pues conectaban a partir de la mirada del otro, Abramovic, de algún modo, entendía la comunicación como una acción que requería ver al otro en su plenitud, tanto a nivel puramente físico como desde todo aquello íntimo del ser.

¿Qué pasa si está acción de comunicación no verbal y de necesidad de ver al otro, la cambiamos de contexto y la situamos en todas aquellas mesas tanto del espacio público como del privado? ¿Qué es todo aquello que comunicamos a través de nuestro cuerpo y que no se ve?

Se genera una nueva dimensión de significados que adivinamos a partir de las acciones que suceden, en este caso, centradas en todo aquello que se activa, y, por tanto, comunica, debajo de la mesa. Es por eso, que cuando hablamos de plataforma también la entendemos como la parte de debajo de la mesa; un regreso al inframundo.

Por lo que hace al inframundo, si lo entendemos como aquella dimensión oscura en la cual habitan seres que vagan más lentos y son más misteriosos, a diferencia de la dimensión superficial que sería aquel mundo dónde habitan los seres ''válidos'' y más vivos, este podríamos relacionarlo directamente con el sótano.

Como menciona Gaston Bachelard en su ensayo ''La poética del espacio'', publicado en el 1957, en el cual analiza en profundidad la casa natal y como la habitamos; el sótano vendría a ser ese ente oscuro de la casa, aquel espacio qué posee poderes subterráneos.

No obstante, cuando pensamos en sótano, también podemos hacer referencia a todos esos pasajes construidos por debajo de la tierra que conectaban viviendas entre ellas o que llevaban a las afueras del pueblo para poder escapar de cualquier invasión.

¿Qué ocurre, o que se activa, cuando ponemos en relación el espacio de debajo de la mesa con los conceptos de sótano y de inframundo?

Empezamos a divisar todo un lenguaje de signos que describen tanto a la persona como a la situación qué ocurre en ese momento. Podemos adivinar la relación entre aquellas personas que habitan la mesa según la distancia que hay entre sus piernas, si es una velada premeditada o es espontánea, si tienen relación desde hace años o es algo reciente. También podemos percibir todo aquello que no se quieren contar, podemos entender ese espacio como el lugar de intimidad dónde aquellos que lo deseen, se pueden encontrar sin ser vistos.

Este proyecto capta esos momentos y los inmortaliza, visibilizando aquello que se oculta, pero a la vez permitiendo al que observa, crear su propio relato.